«Caí, pero no me llores… ¡ya mismo me levanto!»
Hablar de víctima a protagonista es simplemente un modo de hablar de la responsabilidad del ser humano frente a los sucesos que lo tienen a él como centro, es decir, como partícipe. ¿Has visto la reacción de un adulto cuando un niño cerca cae? Supongamos que sucede, pero la caída no ocasionó nada tan grave.
Hay dos tipos de reacción:
Una es cuando el adulto acude al niño velozmente lo sostiene, lo añoña, lo revisa y aunque no ve ninguna herida, ocasiona los gritos diciendo: ¡le duele! ¡Fue un golpazo! ¡Cuidado si se rompió el brazo! ¡Mira la cara, está mal! Y mientras tiene al niño en brazos, busca el culpable alrededor; mientras que los gritos del niño se hacen cada vez más intensos y se considera inútil, logrando esta reacción afectar hasta el punto de que se le imposibilita continuar.
La otra reacción es la del adulto en medio de la misma escena que también acude al niño pero solo para animarle, lo sacude, lo revisa y le dice: ¡no pasó nada! ¡Eso es para crecer! ¡Levántate! ¡Eres fuerte! Y el niño que pretendía llorar, hasta las ganas pierde y prosigue su actividad. Este tipo de personas existen alrededor de nuestras vidas, algunas que te motivan y otras que te estancan. ¡Tu reacción ante la prueba determinará tu accionar! Es decir, si en medio del problema te haces víctima, te amedrentas, te encierras en la imposibilidad y sientes que no hay salida, entonces ¡no saldrás! Tu actitud es el resultado de la fe o de la inseguridad que llevas dentro; es la llave que está en tus manos para encerrarte o liberarte de la situación en la que te encuentras. Es por eso que debes tener cuidado con las voces alrededor, la buena intención no siempre es la correcta, y un desvío puede hacer abortar el propósito.
En medio del proceso son difíciles de identificar, pues estás vulnerable y ves un interés de ellos hacia ti que crees que realmente te aman y están correctos. Palabras como: «¡pobrecita, debe ser difícil!» «¡Que duro mana, yo fuera tú y estuviera muerta!» «¡Wao, cuantas cosas te pasan!» «¡Te entiendo!» Entre otras frases que parecen de consuelo, pero la verdad es que desgastan tus fuerzas, te acomodan en el sentimiento de pena y te estancan.
Leer Rut 1:20
«Y ella les respondía: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso»
Aquí vemos la reacción de Noemí ante este terrible proceso que al leer nos damos cuenta de que fue sumamente doloroso como lo sería hoy día para cualquier madre y/o esposa.
Es normal que le duela, que lo sufra y lo llore, lo que no es normal es que desfallezca su fe, pues si Dios permite la prueba, es porque sabe que podemos y que juntamente con la prueba, será enviada la salida.
(1Corintios 10:13)
La actitud de Noemí fue la menos esperada por Dios, y también por sus nueras, quienes podían ver más allá de lo que la misma Noemí podía ver.
¡Se cambió el nombre!
Dijo: «no me llamen más Noemí (que significa placentera) llámenme Mara (que significa amargada) porque en gran amargura me ha puesto el Todopoderoso. Eso provoca nuestra falta de fe, una ceguera espiritual que hasta nos hace culpar a Dios y culparnos a nosotros proclamando lo contrario de lo que está destinado a nuestras vidas, cambia nuestra perspectiva, cambia nuestro rumbo y nos desenfoca del propósito. Noemí al llegar a su tierra encontró personas que al verla quedaron anonadados con su apariencia triste y semblante cabizbajo, personas que quisieron recordarle lo que era, lo que tenía y ahora había perdido.
¿No hubiera sido mejor que escuchará las voces de sus nueras?
Rut le decía: «a donde vayas iré» «tu pueblo será mi pueblo» «moriré donde mueras» «tu Dios será mi Dios» ¡Uff! Cuan grande era la gracia que portaba Noemí, lo que provocó que sus nueras se convencieran del Dios que la había escogido. Esto puede estar sucediendo contigo, puede ser que te encuentres en medio de un proceso que aparente no tener solución, y es por eso que no escuches esas voces de quienes procuran que te quedes en un estado de víctima cuando eres protagonista. Son personas que luego de que te dan las palmadas se van, ¡te sueltan! (en buen dominicano) se les hace difícil festejar, prefieren verte mal y consolarte y no verte bien para no celebrarte. Son personas que siempre destacan el defecto y no disfrutan tu momento. Por eso llegan nuevos como Noemi, que no fueron parte de tus inicios pero saben que fuiste procesado y se hacen parte de tu victoria. ¡No te culpes! ¡No culpes a Dios!
¡No cambies de nombre! Tú no eres víctima, ¡eres un protagonista!
«Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas» Josue 1:9