El desierto
no es tu destino final

El atuendo de la fe viste tu alma para lucir radiante  ante los ojos del Rey.

Mi testimonio

Fui depresiva desde la infancia. Aparentaba ser feliz. Siempre sonreía, compartía con mi familia, mis amigos, compañeros, en fin; parecía llevar una vida como cualquier otro niño, pero la verdad era otra.

Desde pequeña, recuerdo haber tenido pensamientos suicidas, deseaba no vivir, y a pesar de sonreír, mis noches eran tristes. Una posible causa de mi depresión pudo haber sido la violencia intrafamiliar que me tocó presenciar entre mis padres, quienes constantemente se gritaban y se golpeaban. Yo no era la agredida, pero indirectamente me afectó. Crecí con muchos temores, muchas preguntas y con falta de identidad. 

Intenté por varias ocasiones de distintas maneras quitarme la vida. 
Por alguna u otra razón nunca (Gracias al Señor) pude cumplir mi cometido, alguien interrumpía el proceso y ahora entiendo que era Dios quien usaba a personas para librarme de la muerte. 

Una madrugada volvieron esos terribles pensamientos, derramaba un mar de lágrimas, escuchaba voces que me hablaban en mi mente y me decían: “no sirves para nada, ¿qué haces en esta tierra? ¡Deberías morir! Muérete ya.” 

Después de gritar y gritar me cansé. Traté de cortar mis venas, ahí tomé una decisión más drástica y cobarde, decidí subir a la azotea del tercer piso en el que vivía, y después de decirle a Dios: “esta vez no me vas a interrumpir” de allí me lancé de cabeza para morir. 

Siempre hago énfasis en esta parte: “me lancé de cabeza” y es que no pretendía quedar con vida, buscaba morir. 
De allí una vez más me libró el Señor. 

Caí de pie, tuve 5 roturas en mis piernas y me golpeé la cabeza, pero quedé consciente, pude gritar y acudieron los vecinos y familiares a llamar la ambulancia y procedieron con el proceso requerido. 

Pero yo no pensaba en mis piernas, pensaba en que estaba con vida. Gritaba una y otra vez ¡perdóname Señor! ¡estoy viva! ¡Dios me libró de la muerte! Una y otra vez lo repetía, le decía: “ya sé que tienes un propósito conmigo y yo no volveré a interrumpirlo”.

Luego de varios meses en cama, desde que pude movilizarme a través de una silla de ruedas pedí ir a la iglesia, aquella iglesia que al principio Dios me habló. Quedaba en un segundo nivel, por lo que tenía que recibir ayuda para subir hasta allí. 

Mi esposo (quien en aquel tiempo sólo era un conocido) era líder de alabanza de la iglesia, y a él junto a otros jóvenes de la congregación le tocaba ayudar a cargar la silla (junto a mi) por las escaleras. 

Me apasioné de Dios, de su Presencia y de su amor. Aprovechaba cada lugar para hablar de lo que había hecho en mi vida. 

Quizás físicamente no son notorios los cambios entre la mujer del pasado y la presente, pero en mi interior, ante los ojos de Dios se puede diferenciar por mucho.
En ese proceso, ya luego de mi recuperación, fue que comencé a hablar con Marcos, quien hoy en día es mi esposo, un hombre maravilloso, que no le importó mi pasado, no dudó de mi cambio, y cuando le dije: “tengo mis piernas llenas de cicatrices debido a todas las operaciones que he atravesado, no pienso borrarlas porque cuando las veo recuerdo lo que Dios hizo en mi” me contestó: “yo tampoco quiero que las borres porque a través de ellas también voy a glorificar a Dios por lo que hizo en ti” ¡Aleluya! Supe de inmediato que era el hombre de mi vida, ¡hahaha! 

Él es mi compañero, mi esposo, mi amigo, mi pastor, el amor de mi vida y padre de mis cuatro criaturas. 

Junto a él inicie el pastorado, y hoy tenemos más de 15 años de casados y más de 10 años de ministerio. Hemos salvado almas en el nombre de Jesús, restaurado vidas, y a través de lo que Dios ha hecho en nosotros, hemos podido hacer que también ese Dios haga en otros. 

A través de esta oportunidad en esta página web la cual sé que no es por casualidad, sino que tú tenías que leerme para que recibas un mensaje de parte de Dios y entiendas que si hay una salida. Quiero que sepas que eres una reina, una escogida de Dios, viniste a esta tierra con una misión, estás predestinada a vencer. Aunque no veas nada, 

todo está preparado y solo espera que decidas a ir por ello. 
A ti Mujer te digo, es cierto que debes lucir hermosa y a la moda para ti, para tu esposo, para llevar a cabo alguna función x, etc. Pero no olvides el atuendo que te hará sentir de realeza, la fe en Dios que te ayudará a vencer.